Los Agaves que dan Vida a la Raicilla: Variedades, Clima y Secretos del Sabor de la Costa.
- Hacienda El Divisadero
- 30 jun
- 2 Min. de lectura

En la región costera de Jalisco, donde las montañas se mezclan con el Pacífico y los caminos de tierra se pierden entre campos de agave, se esconde una de las joyas menos conocidas de la cultura mexicana: la raicilla. Este destilado artesanal, con más de 400 años de historia, comienza su viaje en las hojas largas y punzantes de los agaves que crecen bajo el sol y la brisa marina.
A diferencia del tequila o el mezcal, que se elaboran con variedades específicas y en zonas limitadas, la raicilla permite el uso de distintos tipos de agave, lo que se traduce en una diversidad de perfiles aromáticos y de sabor.
En Hacienda El Divisadero, ubicada en Cabo Corrientes, Jalisco, trabajamos principalmente con agave Amarillo, Verde, Cenizo y Chico Aguiar cada tipo de agave tiene su propio carácter. El Verde aporta frescura y toques herbales; el Cenizo, matices minerales; el Chico Aguiar se distingue por notas terrosas; el Amarillo, por su perfil más dulce y floral; Esta mezcla de agaves no solo es resultado del conocimiento ancestral, sino también de la adaptación al clima único de nuestra región.
El Clima Costeño: La Tierra y el Mar en Cada Sorbo
Nuestra raicilla no sería lo que es sin la influencia del clima tropical de la costa. Las lluvias de verano, los suelos volcánicos y la cercanía al mar imprimen en cada planta un carácter único. A diferencia de los destilados de la sierra, que suelen ser más secos o ahumados, la raicilla de la costa destaca por ser más fresca, floral y con sutiles guiños a hierbas y frutas tropicales. Este perfil no es casualidad. Los agaves crecen entre 8 y 16 años antes de alcanzar la madurez adecuada. Durante ese tiempo, absorben los minerales de la tierra, el salitre del ambiente y el calor constante, factores que se concentran en sus corazones, conocidos como piñas.
De la Tierra a la copa

En nuestra Hacienda cada paso del proceso es ancestral-artesanal: desde la jima, donde los corazones de agave se cortan a mano, la cocción en hornos subterráneos de piedra y roca volcánica. El majado manual y la fermentación natural en tinas que cierran un ciclo para culminar en la doble destilación, siguiendo métodos heredados desde hace generaciones.
El resultado de todo esto, es una raicilla que captura la esencia de nuestra tierra costera: compleja pero ligera, con notas que evocan tanto la frescura del mar como la calidez de nuestros campos y nuestra familia. Descubrir la raicilla es saborear la paciencia de los agaves, la tradición de los raicilleros y la riqueza de una región que, entre montes y olas, guarda los secretos de uno de los destilados más singulares de México.
Comments